domingo, 26 de octubre de 2008

Esta crisis...



Ultimamente solo se oye crisis, y crisis, y más crisis.
Tras un breve periodo de sequía literaria, me decido a retomar el blog con el tema candente: la crisis.
¿Crisis?, ¿Qué crisis?. Dicen que financiera, dicen que virtual o sobre el papel, dicen que real o exagerada. Creo que hay un poco de todo, y eso se refleja en la rutina diaria, entre otras cosas, en el trabajo.
La expresión más oída en los últimos tiempos: "no hay". No hay material, no hay personal, no hay tiempo, no hay ganas.
No estoy dispuesta a que la crisis me coma, a dejarme llevar por la marabunta de gente que , amparadas en la crisis, encuentran un parapeto perfecto para seguir sin hacer nada. "No hay, y no voy a hacer nada para que haya". Es lo que oímos en la tele, en la radio, en conversaciones.
Los políticos vaticinan la peor de las crisis, los bancos se hunden entre hipotecas impagadas, las personas lloran sus fracasos en sus chalés de varios millones de deuda.
Los "nuevos ricos" dejan paso a los "nuevos pobres", que deben de sacar a sus hijos de los colegios de pago para mezclarlos con el populacho, que deben de guardar los mercedes en los garajes y coger el coche de su señora esposa, la cual debe abandonar la excedencia para retomar su trabajo, atrás quedan las sesiones de pilates, el té de las cinco con las amigas y luego pasearse por la mejores tiendas, tirando de tarjeta, el club de golf, la sociedad cerrada al pueblo, abierta sólo para la élite.
Es la crisis, que hace mella tanto en unos como en otros. Ellos no tienen la habilidad ni la imaginacion de los pobres, ni su ingenio, no han ejercitado sus neuronas para sobrevivir a las vacas flacas.
En el hospital, sí, crisis, contratos que cesan , y que no renuevan, como si la crisis derivara también en un descenso del numero de usuarios, como si el IBEX 35 afectara al grado de salud de la comunidad.
Sí, la crisis, la temida crisis. Debemos acostumbrarnos a las vacas flacas tambien nosotros, no escudarnos en la crisis para no solucionar problemas. Trabajar con ahinco y aguzar el ingenio. Los mejores inventos vinieron en tiempos de crisis.
Ahora, por desgracia, vendrá el paro, los contratos más basura si cabe, la incertidumbre. Yo me pregunto con cargo de conciencia si esta situacion en concreto no la hemos propiciado nosotros mismos. Nos han ofrecido doblar turnos, a cambio de más días libres, pues "no había enfermeros para un momento puntual", hemos pasado el verano haciendo turnos extra; ahora pretenden no hacer contratos , sólo los precisos. Opino que algo de responsabilidad tenemos en esta situación. Me incluyo, y me pesa haber doblado turnos este verano, pero el mal ya está hecho, me ha servido de experiencia para saber qué es lo que no debo volver a hacer. Veo a mis compañeros que cesan en sus contratos y me siento en parte responsable, y desde aquí les pido disculpas.
Tengo claras dos cosas: trabajar lo mejor que pueda con los medios de que dispongo, y no propiciar el paro con mis actos.

viernes, 3 de octubre de 2008

El cadaver exquisito: Cartas desde el asilo

LAS REGLAS.

* Continuar con un capítulo en tu blog, haciendo un enlace al capítulo desde el que has partido (en este caso, este), añadiendo al final del mismo una lista que enlace con aquellos que escribirán los siguientes capítulos. Una vez esté escrito el capítulo hay que actualizar el enlace a ese capítulo.

* Para participar, se puede hacer desde cualquier blog. Simplemente hay que escribir un comentario diciendo que deseas participar y ya está. Las peticiones para participar es recomendable se hagan en el último capítulo editado, para que no haya trastornos y poder participar todos.

* Desde El Cadáver Exquisito se actualizará la lista de participantes así como la guía de capítulos.

Capitulo 1: Cartas desde el asilo.. (Masakoy)

Capitulo 2 : Cartas desde el asilo: La posguerra


La Coruña, año 1940.




Esa mañana la Calle Real estaba abarrotada de personas de todo tipo. Muchachas bien paseando arriba y abajo, con sus abrigos de paño para soportar el duro invierno. Mujeres de mediana edad empujando cochecitos de niño, de color azul o negro, hombres fumando en pipa… podría decirse que aquella era una mañana de jueves normal.
Nadie miraba a los zagales con sus pantalones cortos, que iban de café en café a pedir las zurrapas para que sus abuelos pudieran saborear algo caliente, ni las colas al final de la calle para entregar las cartillas de racionamiento. Un cuartillo de leche y un chusco de pan.
Aquel invierno de posguerra también se presentaba duro. La hambruna lo gobernaba todo. Habían ganado la guerra. ¿Pero qué guerra y quienes? Los padres de familia debían trabajar horas y horas para ganarse el sustento, las crías de poca edad trabajaban en casas bien cuidando a sus hijos, solo por la comida, que escaseaba. Familias rotas por el exilio, quizás no vieran nunca más a sus seres queridos. No sabían cuánto duraría todo esto, era lo que había, y los supervivientes de la guerra se contentaban con haber salido de ella con una calidad mínima de vida. No conocían otra cosa, no habían traspasado las verjas para ver lo que se extendía detrás de ellas. ¿Guerra? Más allá de la frontera se libraba la gran guerra, pero era mejor dejarlo estar, aislados del resto del mundo, pero seguros.
María paseaba con sus amigas por la Calle Real, hacia la Plaza María Pita, habían quedado allí con unos muchachos, se hablaba entonces de la División Azul, voluntarios para ayudar a derrotar a los comunistas, que eran peor que el diablo.
El paseo había sido agradable, aunque hacía frío, había salido el sol tras unos días de nublados continuos, ya quedaba menos para del cambio de estación. Ellas, las chicas de la Sección Femenina, irían preparando los festejos de la primavera, con ofrendas de flores a la Virgen. Estaban ilusionadas por el acontecimiento, Mayo, el mes de la Virgen.
Llegaron a la Plaza y no habían llegado los chicos, por lo que esperaron un poco observando a su alrededor.
María creyó ver un rostro conocido. Cruzaba la plaza a toda velocidad, con dirección al puerto. Llevaba una gorra, sus ropas estaban manchadas de grasa o algo parecido, sus botas, si a lo que calzaba se le podían llamar botas, estaban totalmente destrozadas.
El corazón le dio un vuelco. No podía ser, aquel muchacho que la había salvado, aquel muchacho del que nunca volvió a saber, el que creía muerto, o desaparecido en el exilio. Se presentaba allí después de casi un año, en la ciudad donde vivía ahora, donde habían destinado a sus tíos, una familia burguesa de Galicia. ¿A qué se dedicaría aquel muchacho? ¿Qué haría allí?
Cuando lo llamó, era tarde, había desaparecido por una de las esquinas.
- Ahora vengo, esperarme aquí. – y María corrió hacia el puerto detrás de aquel muchacho. Las lágrimas volvían a correr por sus mejillas después de tanto tiempo.